Enfrentada al mítico Vesubio, encontramos Sorrento, el pueblecito donde comienza la glamurosa Costa Amalfitana, posiblemente uno de los paisajes más genuinamente mediterráneo.
Un pueblo con calitas encalladas entre acantilados, con rincones como Marina Grande, donde todavía hoy es posible bajar hasta la playa callejeando entre casitas de colores y cruzándonos con pescadores de rostros curtidos por el mar, que fuman en pipa mientras enmiendan sus redes o reparan sus jábegas, las barquitas tradicionales de los pescadores de bajura del Mediterráneo.
Auténticas postales de otra época, como cuando hace un siglo, el afamado cantante de ópera Enrico Caruso, gravemente enfermo en sus meses finales de vida, dedicaba sus últimas arias a un amor platónico desde el balcón de una de estas coloridas casitas de ensueño. Un canto que según cuenta la leyenda, se escuchaba en toda la costa, logrando que los pescadores que faenaban de noche, por un momento soltasen sus redes para escuchar embelesados al genio napolitano. Esta anécdota inspiraría la famosísima canción "Caruso". del cantautor italiano Lucio Dalla.
Junto a la añeja Sorrento de pescadores, en el entorno de Corso Italia encontramos la Sorrento más moderna y sofisticada, donde entre un trasiego de vespas, turistas y numerosos comercios y boutiques, la gente del lugar sale a pasear, y los más jóvenes, como se dice en dialecto napolitano, "si fa' guarda'", o lo que es lo mismo, van a dejarse ver.
El mejor lugar para tomar el pulso de este lugar donde se mezclan con indudable encanto las características de un pueblecito tradicional de pescadores con la modernidad de una ciudad.
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